Los seres enanos que una vez se me antojaron como gigantes aguardaban tras una cancela a ser alimentados con monedillas para hacer las delicias de algún niño que pasara por allí.
El susurro de las olas trae conversaciones repetidas una y otra vez a lo largo de los años, como en un bucle temporal que envuelven tardes de calima a orillas del mar:
- Abuela, quiero montarme en esa moto.
El tintineo de una moneda, los andares de un caballo de holajata, un duelo de futbolín para acompañar el café de sobremesa.
La calima hace que hasta el tiempo se vuelva perezoso.
Fotografías y texto: Sara Álvarez
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