Esa noche viajamos en el tiempo, los teléfonos móviles dejaban de tener sentido y la mejor red social se establecía entre canción y canción a la pregunta de ¿Bailas?.
Los ritmos de los años 40 inundan el ambiente, la gente contagiada por el ritmo de la batería y todo el mundo hacía el bouncing casi sin darse cuenta.
Luz de farolillos iluminan la escena con personajes de provincias conversando en diferentes idiomas, porque la música no entiende de fronteras.
Diez canciones agitadas. Una canción lenta. Un suspiro de alivio. Conocidos y desconocidos se dan cita en la pista de baile. Chico con chica, chica con chico, chica con chica, señor con señora, señora con señora, niña con señora, chica con señor, chico con señor. Toda convención social se rompe porque lo único que importa es bailar, bailar y bailar. La gente se emborracha sólo con el ritmo de la música y el sudor se antoja como agua fresca en una noche de verano.
La diversión pasa factura a mitad de la noche. Las rodillas se resienten. Entonces, una sonrisa cómplice y una mano extendida se convierte en la mejor medicina. Una conversación sin articular palabra: ¿Bailas?.
Noche del 12 de Junio. Ritmo frenético de Swing. Una sonrisa. Mil sonrisas. La Luna se nos quedó pequeña.
Texto: Sara Álvarez
Fotografías: Irene Álvarez
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